Por Rafael Nakamura | Traducción: Lucas Bonolo
En 2015, desde septiembre hasta los últimos días de diciembre, los pueblos indígenas de la provincia de Maranhão (en el nordeste de Brasil) vieron grande parte de los remanecientes de floresta Amazónica y Cerrado desaparecer de sus territorios, destruidos por incendios de enorme escala. En 8 de octubre de 2015, a través del Decreto No. 31.186, el gobierno de Maranhão declaró “situación de emergencia” en once Tierras Indígenas (TI): Araribóia, Geralda do Toco Preto, Cana Brava Guajajara, Governador, Krikati, Lagoa Comprida, Bacurizinho, Urucu, Juruá, Porquinhos y Canela, debido a los varios focos de fuego registrados. Pocos meses después, las TIs Alto Turiaçu, Awa y Caru, formadoras del complejo Alto Turiaçu, registraron nuevos incendios.
Según dados del Centro Nacional de Prevención y Combate a los Incendios Forestales (Prevfogo), del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), solamente en la TI Araribóia se quemaron 225 mil hectáreas o 54,4% del área total, afectando una población de 12 mil Guajajara-Tenetehara y grupos de Awa Guajá en aislamiento voluntario. En las TIs Alto Turiaçu, Awa y Caru, donde viven los Guajajara-Tenetehara, Ka’apor y Awa Guajá (recién contactados o todavía aislados), se perdieron respectivamente 75 mil hectáreas (14,1% del área), 67 mil hectáreas (57,5%) y 11 mil hectáreas (6,3%).
El fuego destruyó importantes zonas de caza y colecta, afectando directamente la población Awa Guajá de recién contacto y grupos en aislamiento, que son esencialmente cazadores-colectores. “Nos preocupamos con el fuego que quema la floresta, nuestra ‘bodega’. Se quemaron pomares de bacuri, açaí, bacaba, pequi, a parte asustar la caza, dejando el hambre en nuestras comunidades”, lamenta Xiparẽxa Awa Guajá, cacique de la aldea Tiracambu, TI Caru. Los daños, sin embargo, sobrepasan el plano material, dado que las plantas y animales no representan solamente alimento en la cosmovisión de estos pueblos.

Bosques queman en la Tierra Indígena Araribóia, donde el fuego afectó a 54,4% de la superficie total (Foto: Marizilda Cruppe / Greenpeace).
Con la demora de las brigadas oficiales, los indígenas organizaron sus propios grupos de combate al fuego. Fue valioso el trabajo de protección y control hecho tanto por los Awa Guajá en sus territorios, cuanto por los brigadistas Guajajara-Tenetehara y por los “Guardianes de la Floresta” (grupo formado en las TIs Caru y Araribóia por los Guajajara-Tenetehara, y en la TI Alto Turiaçu por los Ka’apor). En la medida que los focos de incendio se intensificaban, a los indígenas fueron juntándose las brigadas de órganos competentes y grupos de otros pueblos.
Dos operaciones oficiales de combate al fuego fueron lanzadas. La Operación Awa, en la TI Araribóia, contó con brigadistas del Prevfogo, bomberos de la provincia de Maranhão, militares y servidores del Ibama y de la Fundación Nacional del Índigena (Funai). Y la Operación Alto Turiaçu, realizada en las TIs Caru, Awá y Alto Turiaçu, participaron los bomberos de la provincia, servidores de Ibama y Funai, y también de la Compañía de Policía Ambiental de Maranhão. Ambas operaciones contaron con el trabajo de los Guardianes de la Floresta y de los voluntarios indígenas.
A pesar de todo el esfuerzo, los quilómetros de fuego se calmaron solamente con el periodo de lluvias. “En el 31 de diciembre, me acuerdo como si fuera hoy, vino la lluvia. Sólo un bombero, el dios Tupã, consiguió con la lluvia apagar el fuego que muchos no pudieron”, recuerda Cláudio Guajajara, coordinador de los Guardianes de la Floresta en la comunidad Maçaranduba, TI Caru.
En 2015, la provincia de Maranhão acumuló 21,7 mil hectáreas (217 km²) de deforestación, según datos del Proyecto de Estimativa de Deforestación de la Amazonia (Prodes). Sumados, los datos acumulados sobre la provincia desde 1988 (año de inicio de contaje del Prodes) llegan a 2,4 millones de hectáreas (24 mil km²) de floresta amazónica y Cerrado destruidos. Actualmente, las tierras indígenas concentran los pocos remanecientes de floresta preservada en Maranhão, hecho que obscurece aún más los efectos de los incendios del fin de 2015.
Dentro de las comunidades también se produjo situación de riesgo. “La comunidad Jussaral tuvo casas quemadas, algunas aldeas cerca del municipio de Arame también fueron tomadas por el fuego. Los daños en las casas no fue el peor, lo más grave fue la destrucción de las florestas, ya muy vulnerables por cuenta de la explotación ilegal de madera. La pérdida más grande son las plantas, los animales, que no conseguiremos recuperar”, lamenta Sonia Bone Guajajara, liderazgo de la comunidad Lagoa Quieta, TI Araribóia, y coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).
El episodio es rememorado con tristeza por todas las comunidades asoladas por el fuego. “Estamos muy tristes en ver la floresta quemada. Murieron muchos animales, ciervos, macacos, se quemó todo. Sin la vegetación, se secó el agua, y falta ahora agua para los animales, que están pereciendo de sed”, explica Majakatỹ Awa Guajá, cacique de la comunidad Tiracambu, TI Caru.
Otros padecen de complicaciones por el humo de los incendios. “El humo provocó mucha gripe y diarreas en las aldeas, incluso hasta los días de hoy”, cuenta Marcilene Guajajara, agente de salud en la comunidad Maçaranduba, TI Caru.
El riesgo del contacto
Tanto la TI Araribóia cuanto el Complejo Alto Turiaçu son áreas de presencia de grupos Awa Guajá en aislamiento voluntario. Estos grupos, actualmente reprimidos por la diversidad de amenazas sobre su territorio, posiblemente estuvieron muy acorralados durante los incendios. “Hubo un momento de preocupación sobre el contacto, porque el fuego comenzó a tomar proporciones enormes y la única zona que restó en Araribóia era de los aislados. A parte el fuego que venía en sentido sur-norte, hacia dentro de la floresta, había la presión maderera en el norte de Araribóia, así que ellos realmente estaban aislados”, relata Bruno Lima, coordinador del Frente de Protección Étnico-ambiental Awa Guajá (FPEAG) de la Funai.
A lo largo de la Operación Awa, en la TI Araribóia, fueron relatadas diversas situaciones de indígenas en aislamiento surgiendo en la floresta. Los Guajajara que integraban el equipo de brigadistas encontraron vestigios de ellos. En un tapiri (abrigo), encontraron restos de fuego y comida, más allá de utensilios y flechas. Había rastros, incluso de niños, a pocos metros de los focos de incendio en la TI Araribóia.
Considerando el riesgo que estos grupo sufrían, la FPEAG trazó un plan de emergencia en el caso de una situación de contacto forzado. “Accionamos un plan de contingencia pensando sobretodo en los riesgos de salud. Llevamos ocho intérpretes de la comunidad Tiracambu hasta la región de combate al fuego y ellos siempre estaban junto a los equipos. Los Guardianes de la Floresta actuaron junto a la CGIIRC [Coordinación General de Indígenas Aislados y Recién Contactados], y nosotros abrimos un descampado. Caso hubiese contacto, la norma era usar el área de escape para no llevarlos para las bases, que estaban en condiciones insalubres, y con muchos equipos de reportaje”, completa el coordinador de la FPEAG, Bruno Lima.
Felizmente, el contacto forzado no fue necesario para los Awa Guajá en aislamiento voluntario. El fuego fue controlado en los entornos del territorio, pero sigue habiendo riesgos, ya que la porción de tierra que restó es muy pequeña para los grupos aislados y el área pasa a ser de interés de la explotación ilegal de madera, por representar uno de los pocos remanecientes de la región.
También durante la operación Alto Turiaçu, hubo relatos de vestigios de grupos aislados, como los Awa Guajá. Después del fuego, siguen los mismos problemas para todas las partes: “Los parientes aislados están también sufriendo de hambre. La caza está difícil para ellos como está para nosotros”, comenta Itaxĩ Awa Guajá, cacique de la comunidad Awa, TI Caru. “Estamos sin agua para beber, solamente se consigue agua cavando pozos, estamos bebiendo una que es blanca, el aspecto recuerda la leche”, completa Tatuxa’a Awa Guajá, otro cacique de la aldea Awa.
La cortina de humo
Las varias dificultades operacionales en los incendios alzaron considerablemente los gastos de la Funai e Ibama. La FPEAG argumenta que los costos fueron el gran motivo para el retraso estatal en llegar a las TIs Alto Turiaçu, Awá y Caru bajo el fuego. “Era fin de año y los presupuestos ya habían sido gastos en la operación de Araribóia”, revela Bruno Lima. Las largas distancias dentro de las tierras indígenas hacia los puntos de fuego o el aire del período de sequías en Maranhão dificultaron mucho los trabajos, pero lo más grave sigue siendo la presencia ilegal de los madereros.
Durante la operación en la TI Araribóia, en 16 de octubre, un equipo del Ibama fue atacado dentro de la tierra indígena, en los límites municipales de Arame: sobrevolaban el área cuando avistaron actividad maderera ilegal con tres camiones y un tractor. Los agentes aterrizaron el helicóptero cuando los criminosos efectuaron disparos hacia el grupo. Roberto Cabral, agente ambiental federal, fue atingido en el brazo derecho por un proyectil.

Confiscación ilegal de madera durante la Operación Araribóia (Foto: PMMA – Batallón de Policía Militar Ambiental Maranhão).
Otro episodio ocurrió en la TI Alto Turiaçu, mientras un grupo de brigadistas era transportado hacia el incendio: como utilizaban un vehículo de fiscalización del Ibama, fueron confundidos y atacados. “Nos deparamos con un camión cargado de madera saliendo de la TI Alto Turiaçu. El camión pasó y se lanzó contra el carro de la brigada. Si el chofer no gira a la derecha, el coche habría sido golpeado” cuenta Kurtis François, servidor del PrevFogo, que coordinó la Operación Alto Turiaçu. “El gran problema en esas zonas eran los conflictos con los madereros”, resume.
Los choques con los madereros en ambas operaciones no fue sólo coincidencia, dado que las tierras indígenas en Maranhão sufren sistemáticamente con la explotación ilegal y hay indicios de que algunos focos de los incendios fueron provocados. La sospecha es de que, con el inicio del fuego, los madereros hayan favorecido la propagación de otros focos, en represalia a las acciones de fiscalización y protección de territorio que los propios indígenas vienen realizando en los últimos años.
“Yo sugerí que fuera abierta una investigación para apurar las motivaciones de estos incendios, que deberían ser averiguados oficialmente”, dice el subcomandante de la Compañía de Policía Ambiental de Maranhão, Mayor Sergio Nogueira. Ya el servidor José Ribamar Silva Rocha, del Frente de Protección, afirma con rigor que “la floresta fue quemada por los karaí [hombre blanco]”. “El fuego va en línea recta, basta mirar el GPS. Nosotros apagábamos el fuego y, pasada media hora, había fuego otra vez”, completa.
Al forzar el atención del Estado hacia los incendios, era posible para los madereros actuar en otras zonas sin preocupación. “Cuando entramos, no era una operación de fiscalización, era de combate al fuego. Percibimos que una cosa no puede disociarse de la otra, y a lo largo de la operación, este hecho fue conveniente para los madereros. Así, deducimos que, si hay fuego aquí, ellos sacan madera en paz en otros lugares. Se constataron diversas situaciones de fuego con trazos distintos del fuego regular. Como si alguien hubiera pasado dando fuego y trazando una línea”, explica Bruno Lima.
La estrategia escabrosa de desviar atención por incendios es parte de un engranaje mucho más grande. Según datos del Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (Inpe), en 2015 los incendios forestales en Brasil crecieron 27,5% en relación a 2014. Y Maranhão está entre las tres provincias recordistas, con 30.066 quemadas en 2015, detrás solamente de Mato Grosso (32.984) y Pará (44.794).
En entrevista al periódico Folha de São Paulo, Alberto Setzer, coordinador del núcleo de quemadas del Inpe, también cita el aumento en el precio de la carne como factor directo al crecimiento de los incendios. El texto menciona como otro agravante la producción de soya y maíz en la región del MATOPIBA (Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahia), donde hubo aumento de 37,9% en los incendios, justo donde la producción de granos exportables ganó nuevo impulso del Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, con el programa “Matopiba” para incremento y desarrollo de actividades agropecuarias en la región.
Lucros en cadena
El corte ilegal de madera es solamente el primer paso de la deforestación: luego se quema todo lo que restó y, en pocos días, la tierra está apta para recibir semillas de soya, muchas veces transgénica, o el ganado. El documentario Indígenas de la Amazonia: El ultimo combate, de realización francesa y filmado en tierras Awa Guajá, revela el modus operandi de las pequeñas y altamente lucrativas madereras ilegales. El reportaje cita la relatoría del Banco Mundial, según la cual la explotación ilegal de madera sumaría lucros de US$ 15 mil millones al año, y estaría frecuentemente asociada al crimen organizado – el interés del equipo francés se explica, porque Francia lidera las importaciones de madera tropical brasileña.
Valiéndose del servicio de los madereros que actúan criminalmente en tierras indígenas, las empresas “limpian” su negocio con documentos falsos que atestan una retirada legal de madera. Desde los puertos brasileños, la baratísima madera ilegal sigue principalmente a Estados Unidos y Europa. Como ejemplo, el documentario francés cita la empresa Rancho da Cabocla, una de las exportadoras más importantes de la provincia de Pará, con antecedentes criminales y de falsificación de documentos, que sigue forneciendo madera a compradores en Francia. La realización de grandes obras en el país contó con uso del ipê brasileño, como la Gran Biblioteca de Francia y la Pasarela Solférino, situada entre el Museu d’Orsay y el Jardín de las Tuileries. Los asientos públicos en los Campos Elíseos, en Paris, también están hechos con ipê brasileño. Entre los principales compradores luce el Grupo Saint Gobain, gigante del sector de construcciones.
En la otra punta de la cadena, se sitúan los conflictos locales entre indígenas y madereros invasores, estos últimos constantemente armados. Muchas narrativas de los Awa Guajá presentan hombres blancos como pistoleros. Historias que se repiten, como la de Eusébio Ka’apor, asesinado en 26 de abril de 2015. Desde 2013, los Ka’apor pasaron a actuar en la expulsión de los madereros de sus tierras, y Eusébio, liderazgo en la comunidad de Ximborendá, en la Terra Indígena Alto Turiaçu, participaba de las acciones organizadas para acabar con la deforestación.
En la provincia de Maranhão, la actividad maderera y la presencia de serrerías se destacan en ciudades como Buriticupu, Zé Doca, Centro do Guilherme, Amarante do Maranhão y Grajaú. Estas dos últimas son consideradas prioridad para el Plan de Acción a la Prevención y Control de la Deforestación en la Amazonia (PPCDAm). Allá, cuando se agotan las áreas de explotación municipales, la actividad ilegal avanza hacia el conjunto de tierras de los pueblos Guajajara-Tenetehara, Awa Guajá, Ka’apor, Gavião Pykobjê, Canela-Apanjekrá, Canela-Ramkokamekrá, e incluso hacia la Reserva Biológica del Gurupi, fronteriza con las tierras indígenas Caru y Awa.
Para el guardián forestal Cláudio Guajajara, la prevención de incendios en las tierras indígenas pasa por la tarea de acabar con la actividad ilegal. “Las autoridades tienen que pensar maneras de combatir las serrerías ilegales que están fuera de las TIs. Los que extraen madera aquí son criminales, ellos usan guías falsas de autorización para transporte de madera. Entonces tu vas a Buriti, por ejemplo, y encuentra talleres donde no se ve ni el techo de tanta madera. Todos llenos de ipê, de maçaranduba adultos. Nosotros sabemos que todo sale de las tierras indígenas”, denuncia.
Mientras no se llega a resultados positivos, los indígenas defienden sus tierras como pueden. “Los karaí están sacando madera incluso de nuestras áreas de aldea. Estamos luchando para traer refuerzos, para filmar y más lo que se pueda contra estos hombres. Estos blancos son criminales, pero estamos haciendo nuestros rituales para cuidar de la floresta”, resume con esperanza el cacique Xiparẽxa Awa Guajá.
Vea la galeria de fotos:
- Fogo afeta 225 mil hectares (54,4%) da TI Araribóia (Foto: Marizilda Cruppe / Greenpeace)
- Fogo afeta 225 mil hectares (54,4%) da TI Araribóia (Foto: Marizilda Cruppe / Greenpeace)
- Fogo afeta 225 mil hectares (54,4%) da TI Araribóia (Foto: Marizilda Cruppe / Greenpeace)
- Fogo afeta 225 mil hectares (54,4%) da TI Araribóia (Foto: Marizilda Cruppe / Greenpeace)
- Brigadistas e Guardiões da Floresta na TI Araribóia (Foto : Marizilda Cruppe / Greenpeace )
- Brigadistas e Guardiões da Floresta na TI Araribóia (Foto : Marizilda Cruppe / Greenpeace )
- Operação na TI Araribóia (Foto: BPM-MA)
- Operação na TI Araribóia (Foto: BPM-MA)
- Operação na TI Araribóia (Foto: BPM-MA)