Por Nathália Clark | Traducción: Manoel Giffoni
La región conocida como Calha Norte Oriental se encuentra al norte de los ríos Solimões y Amazonas, entre el Estado de Amapá y el norte de Pará. Bordeando Surinam, Guyana y Guayana Francesa, esta región también es conocida como el Escudo Guayanés, el hogar de uno de los mayores mosaicos de áreas protegidas en el mundo. De las zonas mejor conservadas de la Amazonía, es también una de las menos conocidas del punto de vista de la diversidad sociocultural y lingüística de los pueblos indígenas que la habitan.
En las últimas décadas, estos pueblos han adquirido del Estado brasileño el reconocimiento y la regularización de las tierras tradicionalmente ocupadas por ellos. Sin embargo, proyectos mineros e hidroeléctricos, así como acciones de proselitismo religioso siguen amenazando sus territorios y su organización socio-cultural, poniendo en peligro la integridad física de los grupos que están en aislamiento voluntario.
“Aunque todavía no sea una zona muy asediada por los proyectos nacionales de desarrollo, sabemos que ya está incluida en los planes de expansión económica del gobierno. En la década de 1970 se iniciaron dos proyectos que, si se hubieses llevado a cabo, hubieran sido una catástrofe: las obras de ejecución de la BR-210, más conocido como Perimetral Norte, y los estudios para la construcción de la Hidroeléctrica Cachoeira Porteira, en el río Trombetas” dice Rubén Caixeta, un antropólogo que trabaja en la región desde hace más de dos décadas.
Diseñado durante el régimen militar, como parte del Plan Nacional de Integración para cumplir con los estados de Amazonas, Pará, Amapá y Roraima, el trazado de la carretera cruzaba muchos territorios de los pueblos no contactados en aqueel momento, incluyendo gran extensión de la porción suroeste de lo que hoy constituye la Tierra Indígena Yanomami. Sólo la usina hidroeléctrica hubiese afectado directamente a muchos indígenas y una población de casi 10 000 quilombolas (cimarrones) que habitan en comunidades locales como la de Cachoeira Porteira.
En 2014, la construcción de represas volvió a preocupar a los pueblos de la cuencua del río Trombetas. En febrero, la Empresa de Investigación Energética (EPE), órganismo del Ministerio de Minas y Energía, inició un nuevo inventario hidroeléctrico que cubre el curso principal del río Trombetas y el curso inferior de los ríos Mapuera y Cachorro, en trechos antes ubicados en los Bosques Estatales de Trombetas y Faro, en el municipio de Oriximiná (PA). Con el reciente reconocimiento de la Tierra Indígena Kaxuyana-Tunayana, estos trechos se encuentran ahora en la zona limitada a la misma.

Imagen aérea de Cachoeira-Porteira en la cuenca del río Trompetas (Foto: Luísa Girardi/Iepé).
Además de estos proyectos, también hay un gran interés en la minería de la región. La actividad de exploración de minerales se produce en dos frentes. Uno, legalizado y puesto en práctica a nivel nacional como internacional, está representado principalmente por Mineração Rio do Norte, el mayor productor de bauxita en Brasil, que opera en Trombetas. La otra celebrada en menor escala, es a través de la acción ilegal de los garimpeiros que invaden las tierras indígenas en busca de mineral. “En sus recorridos por el territorio, los indígenas de vez en cuando descubren a los garimpeiros, algunas pistas antiguas reactivadas, etc. Como el bosque es muy grande y las zonas muy remotas, a menudo no sabemos lo que realmente está sucediendo allí” comenta Caixeta.
La presencia de la Funai
Es en este contexto en el que opera el Frente de Protección Etnoambiental Cuminapanema (FPEC), vinculado a la Coordinación General de Indígenas Aislados y Recién Contactados de la Fundación Nacional del Indio (cgiirc / FUNAI). Fundada en 1990, poco después del contacto con los Zo’é, en la región del río Cuminapanema, al noroeste de Pará, el Frente tenía su trabajo muy centrado en este grupo de gente hasta el año 2011. Antes de eso, la última acción de localización de indígenas aislados que Funai realizó fue la expedición del sertanista Sebastián Amancio en 1982. Así se creó, a lo largo de casi tres décadas, una laguna de información respecto a los pueblos aislados en la región del Calha Norte.

Indígenas Zo’é (Foto: Colección CGIIRC / FUNAI).
Fue a partir de la publicación de la Ordenanza Nº 1816 / PRES de FUNAI, de diciembre de 2011, que fueron incluidos oficialmente en el ámbito de la jurisdicción de FPEC cinco referencias de pueblos aislados. Trabajos más recientes acerca de la localización y cualificación de información sobre la presencia de grupos en aislamiento voluntario, apuntan a la posibilidad de que este número sea aún mayor, alrededor de 10 referencias.
Hoy en día, las acciones de FPEC cubren un vasto territorio que va desde el río Jatapu, en el Amazonas, a las cabeceras de los ríos Amapari y Oiapoque, en Amapá, incluso incluyendo las fronteras con Guyana, Guayana Francesa y Surinam. Su área de acción incluye las Tierras Indígenas Zo’é, Río Paru D´Este, Parque de Tumucumaque, Nhamundá-Mapuera, Trombetas-Mapuera, Waiãpi y Kaxuyana-Tunayana, esta última recientemente demarcada por la FUNAI.
Además de las tierras indígenas, el área de acción de FPEC también cubre áreas protegidas estatales y federales, tales como la Estación Ecológica (ESEC) Grão Pará, el Bosque Estatal (Flota) Paru, la Reserva Biológica (Rebio) Maicuru y el Parque Nacional (Parna) Montañas de Tumucumaque, porque en ellos existen registros de la presencia de aislados.

Mapa de la región, con especial atención a las tierras indígenas donde se centran las actividades de CTI.
Historia colonial
Los primeros estudios realizados sobre los pueblos de la región revelaron una distribución de los grupos familiares en pequeñas aldeas dispersas por el bosque. Sin embargo, las etnografías posteriores mostraron que, a pesar de esta dispersión, existía una compleja red de relaciones que datan de la época precolombina y que se extiende hasta nuestros días. En la década de 1950, con la llegada de los misioneros católicos y protestantes procedentes de otras partes de Brasil, Surinam y las Guayanas, hubo una reconfiguración de la territorialidad de estos pueblos.
En ese momento, se les animó a agruparse en grandes asentamientos misioneros, como Canashen, en la Guayana Francesa, donde se concentró la mayor parte de las personas que hoy forman los Waiwai y la Misión Tiriyó en el lado brasileño, iniciada a instancias de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB), en 1960. Algunos grupos, subgrupos, o incluso las familias, se negaron a los desplazamientos hacia estos asentamientos. “En mi interpretación, es desde allí que está surgiendo en esta región el contraste entre la gente de las aldeas, o en contacto con el Estado y las misiones, y los ‘aislados'”, dice Fabio Ribeiro, coordinador del FPEC desde 2011.
La acción proselitista hacia los indios, según Fabio, sigue siendo muy fuerte. “Vemos el fundamentalismo religioso como una gran amenaza para el territorio de los aislados. Al día de hoy, los misioneros tienen una política para animar a la gente de Hixkaryana, Waiwai, Kaxuyana, Wayana y Tiriyó a perseguir a los pueblos aislados y los Zo’é, recientemente contactados, siempre con el discurso de que tienen que ser evangelizados, porque están sufriendo en el monte. Y ellos reproducen este argumento, nos preguntan por qué la Funai dejó de hacer contacto con estas personas, ellos están muy centrados en la política adoptada en los tiempos de los ‘frentes de atracción’ “, comenta.
Ruben Caixeta informa que, bajo la influencia de las misiones, los indios Waiwai hicieron varias expediciones para encontrar grupos aislados, y se hicieron conocidos en la región como un pueblo “con vocación” para esta función. “Ellos se comportan como si fuera el ethos Waiwai encontrar y pacificar a los aislados. Funai incluso recurrió a la experiencia de ellos para múltiples acciones de ubicación. Pero es muy difícil desligar esta “vocación” de los Waiwai del objetivo misionero. Debemos convertir esta lógica de expediciones de contacto de los indios, todavía muy ligada a la cuestión religiosa “, afirma.
Según el antropólogo, estos intercambios y visitas entre pueblos existen desde mucho tiempo antes de la presencia de los misioneros. “A principios del siglo XX, fue a través de estas expediciones que estos grupos comenzaron a reanudar las relaciones que habían perdido a causa de la colonización. Los indígenas tienen su papel en relación con los aislados. Entonces, es preciso entender esta lógica, el diálogo y trabajar con ellos “, explica Caixeta.

Fiesta ritual Shodewika, del pueblo Waiwai, 1955 (Foto: Jeus Yde/ ISA).
En 1981, los Waiwai de la aldea Mapuera, de la Tierra Indígena Trombetas-Mapuera, encontraron a los indígenas Karapawyana habitando las cabeceras del río Igarapé Yukutu y Kikwo. Parte del grupo huyó del contacto y todavía está aislado, otra parte se mantuvo bajo la influencia de los Waiwai. De ellos, dos murieron poco después del contacto y otras cuatro personas murieron unos años más tarde debido a las epidemias de gripe y la malaria.
“Nuestros ancianos dicen que, del contacto de los Waiwai con los Karapawyana, uno de los chamanes fue derrotado por la gripe traída de la ciudad, que ellos no podían curar. A menudo entran en contacto, pero no están preparados para ello, lo cual es muy peligroso”, argumenta João Batista Waiwai, líder indígena y jefe de la Coordinación Técnica Local (CTL / FUNAI) de Oriximiná (PA).
Para Fabio Ribeiro, el principal reto es equiparar a todas estas preguntas, aún muy latentes. “¿Cómo pensar la gestión territorial de la tierra en la cual los indios tienen una tradición de estar articulados en una red muy antigua, donde al mismo tiempo ha habido actividades proselitistas bastante fuertes durante más de medio siglo, y en un contexto en el que la política del Estado dirigida a pueblos aislados se basa en el no contacto? ¿En una eventual aproximación, que postura vamos a asumir? ¿Vamos a decir que ellos no se pueden encontrar, vamos a prohibir eso?”, reflexiona.
Otro gran dilema de trabajo en la región es la gestión compartida de las áreas fronterizas. De acuerdo con la edición número 07 del Boletín de los Pueblos Indígenas y Medio Ambiente, del Instituto de Investigación y Formación Indígena (Iepé), varios pueblos de la región, tales como los Waiwai, Waiãpi, Tiriyó, Wayana y Palikur, habían dividido sus territorios tradicionales con la consolidación de las fronteras nacionales, convirtiéndose en habitantes de dos o más países.
Sin embargo, las actitudes y las políticas nacionales de cada país son diferentes con respecto a estas personas, y el diálogo entre los diferentes organismos es todavía muy incipiente. La ley de Surinam, por ejemplo, hasta hoy no reconoce el derecho colectivo de los pueblos indígenas a la tierra. Además, el país cuenta con leyes que permiten la explotación de los recursos naturales en las zonas habitadas por comunidades tradicionales, que expone aún más a estas poblaciones a los impactos presentados por las empresas mineras y madereras que operan en sus territorios. Así mismo, en la Guayana Francesa, los indígenas son considerados como ciudadanos franceses, sin distinción.
Según el coordinador de FPEC, hay varios comunicados a la Funai, procedentes principalmente de indios Waiãpi y de la antropóloga Dominique Gallois, sobre la presencia de aislados en las cabeceras de los ríos Oiapoque y Amapari, y la información de que ellos cruzan las fronteras con Surinam y la Guayana Francesa.
“Este tema es realmente muy complicado. Los aislados hoy viven como vivían nuestros antepasados. Dominan el territorio, están acostumbrados a caminar y vivir en el bosque. Ellos no saben si están pasando la frontera o no. En su opinión, todo lo que es bosque es de ellos. El blanco fue quien puso la frontera”, señala João Waiwai.
Ocupación tradicional reconocida
Durante años, los pueblos indígenas de la región han reclamado la regularización de las Tierras Indígenas Kaxuyana-Tunayana, adyacentes a las tierras Nhamundá-Mapuera y la tierra Trombetas-Mapuera. Con el apoyo de organizaciones de la sociedad civil que cumplen un papel histórico en la región, tales como Iepé y la Comisión Pro-Indio de São Paulo (CPI-SP), la Asociación Indígena Kaxuyana , Tunayana y Kahyana (AIKATUK), pusieron en marcha en 2012 una campaña de sensibilización y de movilización en apoyo a los pueblos indígenas de la cuenca del río Trombetas, en la zona de Calha Norte do Pará.
Con la publicación en el Boletín Oficial (DOU) el 20 de octubre de 2015, la TI acaba de tener sus estudios de identificación y delimitación reconocidos por la presidencia de la Funai. Con 2,1 millones de hectáreas, que se encuentra en los municipios de Nhamundá (AM), Oriximiná (PA) y Faro (PA), y es tradicionalmente habitada por pueblos indígenas Kaxuyana, Tunayana, Kahyana, Katuena, Mawayana, Tikiyana, Xereu- Hixkaryana y Xereu-Katuena, además de tres grupos indígenas diferentes que viven en aislamiento.
De acuerdo con el Resumen del Informe de Identificación y Delimitación de las Tierras Indígenas Kaxuyana-Tunayana, muy probablemente se trata de aislados remanentes de aquellos grupos más grandes que, en la década de 1960, fueron desplazados por los misioneros.
La delimitación fue un paso importante para el ordenamiento territorial en la región. Con los años, la falta de reconocimiento de la zona llevó a la creación, en 2006, por el gobierno de Pará, de dos Bosques Estatales que en parte se superponen a las tierras de ocupación tradicional indígena: el Bosque Estatal (Flota) TromBetas (con una superficie total de 3, 1 millones de hectáreas) y Flota Faro (600.000 hectáreas). Además de ellas, existe una comunidad cimarrón en Cachoeira Porteira, en una superficie aproximada de 200.000 hectáreas, de las cuales 85.000 se superponen al área de las TI.
Para resolver este impasse, se celebraron reuniones entre los indígenas y cimarrones, con la Funai, la Secretaría Especial para la Promoción de la Igualdad Racial (Sepir), la Fundación Cultural Palmares y el Ministerio Público Federal. Como resultado de ello, se acordó un arreglo formal de las fronteras para permitir la continuidad de los procesos de regularización de tierras de ambos territorios. El acuerdo también prevé el uso compartido de algunas áreas pequeñas – principalmente lugares de cultivo y caza para los pueblos indígenas ubicados en territorio cimarrón, y áreas de cultivos de castañas utilizadas por los cimarrones dentro de la tierra indígena.