Maloca do povo Suruwahá (Foto: Cimi)

Médio Purus: resistencia a la expansión de los frentes económicos

Por Nathália Clark | Traducción: Lucas Bonolo

El río Purus se extiende por cerca de 3.700 km en la Amazonia brasileña. La región conocida por Médio Purus contiene las municipalidades de Boca do Acre, Pauini, Lábrea, Tapauá y Canutama, en el sur de la provincia del Amazonas (Brasil). Presentando altos niveles de conservación, la región era, hasta poco, prácticamente invisible a los ojos de las autoridades y de los proyectos gubernamentales. Su población está hecha, sobretodo, de asentados, ribereños y pueblos indígenas, tales como los Deni, Banawá, Paumari, Apurinã, Jamamadi, Jarawara, los recién contactados Suruwahá y los Hi-Merimã en aislamiento voluntario, habitantes de la tierra indígena de mismo nombre.

Fue durante el primer ciclo del caucho, en el siglo XIX, que los occidentales comenzaron a ocupar efectivamente las orillas del río y el proceso de incorporación de la región a los mercados nacional e internacional comenzó a intensificarse. Esto ocurrió a cargo de los recursos naturales y de la vida de las poblaciones que allá habitaban. En su mayoría, los indígenas de la cuenca del Purus fueron eliminados a tiros o por las enfermedades traídas en el proceso de ocupación, o fueron compulsoriamente encuadrados en las actividades de extracción del látex.

La región concentra uno de los más grandes índices de biodiversidad de la Amazonia, con elevados indicadores de flora y fauna, registrando más de 170 especies de mamíferos y otras más de 550 especies de aves. En las ultimas décadas, sin embargo, el escenario político y económico de la región del Médio Purus atraviesa cambiamientos veloces y extremas, lo que viene afectando directamente su realidad socio-ambiental.

Indígenas Suruwahá en el medio del río Purús (Foto: Tim Noonan).

Indígenas Suruwahá en el medio del río Purús (Foto: Tim Noonan).

Hoy, tras las facilidades de acceso por implementación de las carreteras BR-364, BR-319, BR-317 y BR-230 (la Transamazónica), la región es palco de la expansión de los frentes agrícolas y de otras actividades degradantes, como la explotación ilegal de madera o la ganadería, que trajeron cambios significativos en el uso y ocupación de la tierra.

Según el Informe Circunstanciado de Identificación y Delimitación de la Tierra Indígena Hi-Merimã, desde las décadas anteriores a 1994, “las tierras indígenas Banawá y Jarawara/Jamamadi, así como el territorio de ocupación secular de grupos en aislamiento voluntario, son victimas de duras agresiones por la explotación salvaje del ‘hombre blanco’. (…) [Realizada en la bajada de los ríos,] la extracción de madera pasaría a desarrollarse en los altos y cabeceras de los ríos, volviéndose amenaza constante a los grupos aislados”.

Cloude Correia, coordinador del Programa Pueblos Indígenas del Instituto Internacional de Educação do Brasil (IEB), que actúa en la región hace más de una década, sostiene que esas tierras fueron invisibles por mucho tiempo, explotadas de manera sostenible, cuando entonces se hizo un cambio de paradigma económico. “Existía una ocupación primera, por indígenas, y después, con el caucho, una población de extractores y ribereños. A partir de la década de 1960, adentró en el Médio Purus una ola de madereros, grileros, colonos llegados del sur del Brasil, ganaderos, terratenientes, productores de granos, trayendo la lógica de la explotación más intensa de los recursos naturales”, explica Correia.

Sobre la presencia de organizaciones de la sociedad civil organizada, cabe destacar, al lado de IEB, las acciones del Conselho Indigenista Missionário (Cimi) y de la Operação Amazônia Nativa (OPAN), presente en la región desde 1992.

El aislamiento, hoy

Los indígenas Hi-Merimã son una referencia confirmada por la Funai de pueblo en aislamiento voluntario en el Médio Purus. En el pasado, ya se pusieron en contacto directo con la civilización occidental, y fueron estimados en mil personas en 1943, considerados de los grupos más numerosos de la región. Pero volvieron desde entonces al aislamiento voluntario. Conocidos también como Marimã o Merimã, actualmente los Hi-Merimã suman entre 40 y 80 personas tan sólo.

Según el Caderno CEDI – Terras Indígenas no Brasil, de novembro de 1987, los Hi-Merimã “se encuentran entre la orilla derecha del Riozinho y la cabecera del río Piranhas, municipalidad de Tapauá (AM), cerca de las comunidades de los Suruwahá pero sin contacto con estos últimos. Los Marimã eran ya mencionados en la década de los 30 por el SPI [Serviço de Proteção ao Índio]. Ellos establecieron contacto poblaciones regionales hace 15 años. Pero a causa de las muertas seguidas de esos contactos, ellos se retiraron para el interior. Desde 1983, dejan sus vestigios en las zonas del Riozinho y Piranhas”.

Malocas do povo Suruwahá (Foto: Gary Rodgers).

Casas comunales de los Suruwahá (Foto: Gary Rodgers).

Según el informe de identificación y delimitación, todo indica que en las décadas siguientes a 1950, tal grupo fue masacrado por la explotación de riquezas naturales existentes en su territorio, siendo expulsos y aniquilado por la ganancia de los invasores. La ocupación de la región para explotación de productos vegetales, de caza o pesquería comercial forzó un cambio radical de las costumbres locales.

“La violencia de la política de desarrollo brasileña es seguramente una de las razones para que tengamos tantos pueblos refugiados aquí, pero los factores que influyen en tales comportamientos son más complejos. Diversidad lingüística, choques culturales, guerras interétnicas y factores geológicos son rasgos que hubieron podido llevar al aislamiento muchas poblaciones por el mundo durante la historia de la humanidad, no solamente en los últimos 500 años de Brasil”, explica Daniel Cangussu, actual coordinador del Frente de Proteção Etnoambiental Madeira-Purus, criado en 2009 para actuar en las áreas de los Hi-Merimã aislados y los recién-contactados Suruwahá.

Para Cangussu, la protección a los pueblos en aislamiento voluntario se basa en la manifestación máxima de defensa de los derechos humanos. “Acredito que no hay y nunca hubo un ‘aislamiento verdadero’, sino un proceso de refugio permanente por parte de estas poblaciones. Proteger los indígenas en aislamiento y respectar esta manifestación de individualidad humana es defender nuestra capacidad misma de ser plural”, declara.

José Raimundo Pereira Lima, conocido como Zé Bajaga Apurinã, coordinador-ejecutivo de la Federação das Organizações e Comunidades Indígenas do Médio-Purus (Focimp) y cacique de la comunidad Idecorá, TI Caititu, dice que la terminología “aislado” no existe.

“Yo no conozco ningún pueblo aislado. Este lenguaje blanco, no lo utilizo. Son pueblos libres e independientes. Eso significa no querer contacto con el mundo afuera, no querer ser dependente de blancos, sino andar en sus territorios con toda la libertad que se consigue en la naturaleza.”

En el rastro de la deforestación

Figurando en la región llamada “arco de la deforestación”, Lábrea es la ciudad que más destruye su foresta en la provincia del Amazonas, Brasil, desde 2003, según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Especiais (Inpe). A partir de esta fecha, la zona pasa a ser foco de atención de las autoridades.

“Hoy esta región ya no puede vivir en aquella vieja invisibilidad, ya no existe posibilidad de estar aislada, es una región que cada vez más estará integrada al todo. Ahora debemos pensar en cómo, dentro del contexto de desarrollo forzoso, de ganadería, de explotación maderera, de emprendimientos y carreteras, cómo vamos a crear condiciones para que las poblaciones que viven allá puedan continuar viviendo de acuerdo con su propia cultura tradicional. Es este el principal reto”, afirma Cloude Correia.

Él explica aún que, generalmente, los frentes de expansión económico se dirigen hacia los vacíos jurídicos, o sea, áreas no regularizadas. Se crea entonces un proceso de pose ilegal, de expulsión de los pequeños agricultores, de invasión de los territorios indígenas y de resistencia a la implementación de unidades territoriales de conservación. “Por falta de alternativas económicas, grande parte de la población regional acaba por involucrarse con estos frentes de explotación, adoptando su lógica social y económica, proceso que genera impacto sociocultural. Juntar todos estos frentes en una sola región es como tirarle coctel molotov”, argumenta Cloude.

El entorno como aliado

En contrapartida a los frentes invasivos de expansión económica, la región abriga un conjunto de áreas protegidas contiguas que reúnen 4 millones de hectáreas, entre unidades de conservación y territorios indígenas, muy expresivos del punto de vista ambiental y con vasta biodiversidad.

Áreas que, sin embargo, se hallan en situación de vulnerabilidad, dado que muchas todavía no fueron debidamente implementadas o no tuvieron sus procesos de regularización concluidos, permaneciendo sin fiscalización o gestión territorial adecuadas. Para Cloude Correia, si tal cuadro fuese revertido, se podría llegar a factores favorables para frenar el proceso de expansión de estos frentes y, consecuentemente, los impactos generados sobre las poblaciones regionales y sobre los pueblos en aislamiento voluntario.

Mapa da região com as terras indígenas foco de atuação do CTI.

Mapa de la región, con especial atención a las tierras indígenas donde se centra la actuación de CTI.

Daniel Cangussu acredita que este es uno de los principales factores que causan contactos por parte de indígenas en aislamiento, pero no el único. “Hay casos en que los pueblos aislados se ven talmente acosados por frentes de deforestación o ocupación, que hacer contacto deja de ser una opción para volverse ultima posibilidad de sobrevivencia. No creo, entretanto, que necesitemos siempre de un ambiente tenso para que relaciones humanas puedan desarrollarse. Al contrario, los ‘misteriosos’ pueblos en aislamiento son hechos por familias, con padres, madres, niños y sobretodo jóvenes, llenos de curiosidad acerca de otros mundos, otros seres o del desconocido. Razones suficientes para que busquen el contacto conozco”.

Relatos comprueban que los Jamamadi, por ejemplo, conviven con los Hi-Merimã desde hace años. Se encuentran, dialogan y vuelven a sus respectivas zonas. “Cuando hay pueblos que comparten un mismo hábitat, que a menudo se encuentran y eso no es un problema, no hay motivo para sofocar esas relaciones”, defende Zé Bajaga.

“Vemos claramente que la peor amenaza para la región es la extracción de recursos naturales de nuestros territorios por los no-indígenas. El reto es conseguir que las personas de fuera comprendan. Tienen que aprender sobre cómo vivemos, nuestro día a día, no pueden llegar con prepotencia. Nosotros, que vivimos en el entorno [de los pueblos en aislamiento], no somos amenaza; nosotros colaboramos para que nadie entre en nuestros territorios y hagan cosas que agredirán a todos los pueblos que viven por la región. Cuando hacemos a nuestra manera, hay un equilibrio con la naturaleza. Cuando entra la mano de esa otra gente, viene un enorme desequilibrio. Es todo lo que queremos frenar”, concluye.

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