Maloca de isolados no rio Envira (Foto: Arquivo CGIIRC/Funai)

Envira: de las “correrias” a los proyectos para integración económica

Por Rafael Nakamura |Traducción: Manoel Giffoni

De las 36 tierras indígenas en el estado de Acre, 12 forman un conjunto continuo de áreas permanentes o estacionalmente habitadas por los pueblos indígenas aislados. La mayoría de ellas están situadas en los altos cursos de afluentes de las cuencas de los ríos Purús y Juruá, en la región fronteriza con el Perú. El Frente de Protección Etno-ambiental Envira (FPEE) es uno de los cinco Frentes de la Fundación Nacional del Indio (Funai), ubicado en la región fronteriza.

Mapa da região com as terras indígenas foco de atuação do CTI.

Mapa de la región, con especial atención a las tierras indígenas donde se centra la actuación de CTI.

En 2008, al llevar a cabo un sobrevuelo de la zona de la cabecera del Igarapé Xinane, cerca de los paralelos 10 ° S, en el alto del río Envira, la FUNAI encontró dos nuevas chozas de indígenas aislados. Una de ellos había sido construida recientemente y, el entonces coordinador de la FPE Envira, José Carlos Meirelles, señaló la posibilidad de migración de los indígenas aislados hacia Brasil, debido a la presión de la tala ilegal y la presencia de narcotraficantes en la cabecera del Envira, en el lado peruano la frontera. En años anteriores, el FPEE había encontrado planchas y productos de madereros peruanos en el alto Envira.

La explotación ilegal se mantiene activa en los territorios de los indígenas aislados de Perú. Las zonas más inaccesibles de la selva son el objetivo de las madereras, dada la existencia de caoba y otras maderas nobles de mayor valor comercial. “Son precisamente los territorios de los aislados, las zonas más conservadas del bosque, los que los madereros quieren alcanzar. Ellos están encontrando estos aislados y nosotros no sabemos lo que está pasando. Los indígenas de contacto reciente dicen que se están dando algunos encuentros y están habiendo conflictos”, dice María Emília Coelho, periodista de la Comisión Pro-Indio de Acre (CPI-AC), una organización que opera en la región desde hace más de tres décadas.

Además de la tala ilegal, algunas empresas explotan la madera en la región a través de las concesiones forestales del gobierno peruano. “En Perú, los territorios indígenas no son de uso exclusivo, existen concesiones otorgadas por el Estado, tanto madereras como mineras y petrolíferas”, añade María Emília.

Otra amenaza creciente para los pueblos indígenas de esta región es el tráfico de drogas, el cual se ha intensificado en los últimos años. Perú es uno de los productores de cocaína más grandes del mundo y la frontera con Acre es una de las rutas preferidas para el flujo de esta producción. Inevitablemente, estas rutas cruzan los territorios de los pueblos indígenas aislados. En 2011, el equipo del FPEE se vio obligado a abandonar la Protección Base Etnoambiental Xinane después de haber detectado la presencia de hombres armados. En el campamento utilizado por los narcotraficantes la Policía Federal encontró, entre otras cosas, flechas que pertenecían a aislados, un indicio de que tuvieron contacto con los indígenas.

Estas actividades han dado lugar a cambios en las dinámicas de ocupación de los pueblos aislados en las zonas fronterizas, aumentando también la incidencia de los contactos y de los conflictos en los últimos años.

Tapiris de isolados avistados no lado peruano do rio Envira (Foto: Acervo CGIIRC/Funai).

Tapiris de indígenas aislados en el lado peruano del río Envira (Foto: Colección CGIIRC / FUNAI).

El contacto con los Tsapanawa

Entre junio y julio de 2014, sucedió el contacto de un grupo aislado – previamente nombrado por la FUNAI como “aislados de Xinane” – con los Ashaninka de la aldea Simpatía, en el alto del río Envira. El contacto fue acompañado por un grupo de trabajo formado por servidores de la Funai, intérpretes del pueblo Jaminawa, funcionarios de la Secretaría Especial de Salud Indígena (SESA) y un médico de la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo (EPM / Unifesp). La prioridad de este equipo era llevar a cabo tareas de asistencia de salud a los Tsapanawa – así es como se hacen llamar los “aislados de Xinane”, según los intérpretes indígenas. La Base Xinane se reactivó en el momento y sirvió como un punto de apoyo para el tratamiento de infecciones causadas por el contacto y, también, para el acompañamiento médico de los Tsapanawa.

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Base Xinane, de la Frente de Protección Etnoambiental Envira, en el Alto río Envira (Foto: Colección CGIIRC / FUNAI).

Zé Correia, indígena del pueblo Jaminawa, participó en el grupo de trabajo como traductor, ya que la lengua hablada por Tsapanawa también pertenece a la familia lingüística Pano. En el Blog de la Amazonia, del portal Terra, Correia dijo que los aislados con quien habló tenían miedo de serl blancos de nuevos ataques, debido a los recuerdos traumáticos de los contactos con los madereros y narcotraficantes que resultaron en la muerte de muchos indígenas.

Este contacto, así como otros que se han producido recientemente en otras regiones, ilustra el desafío y la necesidad de intensificar el diálogo con los pueblos indígenas que habitan en el entorno inmediato o compartiendo territorio con los aislados. El bienestar y la participación de esas personas es esencial para garantizar la protección de los aislados – para, por ejemplo, evitar situaciones recurrentes de contagio causadas por los encuentros y cambios característicos de estos contactos, y permitir que se desarrollen estrategias conjuntas para la protección de los pueblos involucrados.

Indígenas do povo Tsapanawa que estabeleceram contato com os Ashaninka em julho de 2014 (Foto: Acervo CGIIRC/Funai).

Indígenas Tsapanawa que hicieron contacto con los Ashaninka en julio de 2014 (Foto: Colección CGIIRC / FUNAI).

Recuerdos de la economía del caucho

La memoria repleta de traumas del contacto con otras sociedades es común a los pueblos indígenas aislados y los ya contactados. Antes de la llegada de los no indígenas a la región de Envira, estas pueblos, en su mayoría hablantes de lenguas Pano y Aruak, ocupaban las cabecera de los ríos del Acre, Iaco, Chandless, Purus Envira y Juruá. La llegada de los frentes de exploración de látex de caucho y de árboles de caucho marcó profundamente la vida de los pueblos indígenas y el paisaje social de esa región fronteriza.

En el contexto del auge de la economía del caucho en el Amazonas, en el cambio de los siglos XIX-XX, se intensificaron los encuentros, contactos, conflictos y alianzas de muchos pueblos de la región contra la ocupación de los caucheros de Perú y Brasil. Las estrategias de aislamiento de algunos pueblos guardan relación con los frecuentes conflictos con estos nuevos ocupantes que llegaban. “En la época del caucho, en ese primer momento de la invasión de los territorios indígenas de la región, en el siglo XIX, estas personas lograron escapar, subir a las cabeceras de los ríos”, explica Malu Ochoa, coordinadora de CPI-AC.

El escape no siempre fue posible dada la violencia de los ataques – asesinatos de indígenas organizados y financiados por los caucheros. De acuerdo con el artículo “Indígenas aislados en Acre y sus territorios” de José Carlos Meirelles, publicado en el libro de los Pueblos Indígenas de Brasil (2006/2010), del Instituto Socioambiental (ISA), los Jaminawa relatan que los primeros contactos con los no indígenas se dieron a través de un rifle Winchester 44.

En una guerra desigual, muchos Jaminawa se vieron obligados a rendirse a los caucheros peruanos que trabajaban en las cabeceras del río Purus. Las enfermedades traídas por el blanco, como el sarampión y la gripe, mataron a más que los rifles. Cansados de ser explotados por los caucheros, los Jaminawa se retiraron a vivir en las cabeceras del río Iaco, en Brasil, pero sólo para pasar a ser explotados por los caucheros brasileños. Meirelles cuenta que una pequeña parte del pueblo Jaminawa no se rindió y, tal vez, viva aún hoy aislado en las cabeceras de los ríos Purus y Juruá, ocupando parte de su antiguo territorio entre Brasil y Perú.

La historia de muchas muertes de Jaminawa, presionados por los caucheros, se repitió con otros pueblos de la región, tales como los Kaxinawá, Kulina, Manchineri, Apurinã, Katukina (Pano) y Yawanawá. Es en este contexto que se da el aislamiento de otros tantos grupos que han logrado refugiarse en las cabeceras de los ríos y escaparse de las redadas.

“Huyeron de los ataques de personas que estaban tras los indígenas para esclavizarlos, para trabajar en la explotación del caucho. Huyeron a los lugares más inaccesibles de la selva, a las nacientes de los afluentes de los grandes ríos y algunos grupos permanecen allí aún hoy. Son los hijos y nietos de los indios que lograron escapar de las redadas, de esas organizaciones armadas de caucheros”, explica María Emília Coelho.

Las nuevas “correiras”

Con el tiempo, los aislados comenzaron a recuperarse en términos de población y a volver a ocupar partes de sus territorios tradicionales. El trabajo de protección y monitoreo FPEE en los últimos veinte años ha permitido esta recuperación. Pero eso no significa que las presiones hayan dejado de existir. “Durante mucho tiempo ellos se las arreglaron para mantener su forma de vida. Al iniciarse un nuevo paradigma de la ocupación de la Amazonia, comenzó lo que llamamos un ‘nuevo tiempo de correira’, de la tala, la minería, el tráfico de drogas, una nueva dinámica en la frontera, lo que influye en el desplazamiento y la movilización de estas personas. Hoy en día cada momento tenemos noticias de nuevos avistamientos, cerca de las comunidades ya contactadas”, dice Malu Ochoa.

Malocas e isolados avistados em sobrevoo em 2014 no alto rio Envira (Foto: Acervo CGIIRC/Funai).

Chozas de indígenas aislados avistados en 2014 enel Alto río Envira (Foto: Colección CGIIRC / FUNAI).

Además de la explotación maderera y el tráfico de drogas, también se destacan en esta región de la Amazonia occidental las iniciativas de fomento a la integración de la infraestructura regional, que incluye la construcción de carreteras, ferrocarriles y energía hidroeléctrica, y la viabilidad de la exploración y extracción de petróleo y minerales.

Este es el caso de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), reemplazado recientemente por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN), organismo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Las empresas madereras están presionando para la aprobación de un proyecto de infraestructura que uniría la carretera interoceánica de Assis Brasil (AC) a Lima, Perú, con otro que lo haría de Puerto Esperanza, ubicado en el lado peruano del río Purús a Iberia. Con esto, los territorios de los indígenas aislados estarían rodeados de caminos que permitirían el flujo de madera y facilitarían la penetración de los frentes de exploración de recursos naturales.

Además de los proyectos que afectan el ambiente de las zonas aisladas, hay otros que afectan directamente a estas áreas. “Uno de estos proyectos es la construcción de un ferrocarril que une Brasil y Perú. Todavía no está cerrado, pero las propuestas esbozadas para esta vía atraviesan territorios donde viven grupos aislados”, dice la periodista María Emília. El proyecto de construcción de la conexión por ferrocarril o por carretera entre Cruzeiro do Sul (AC) y Pucallpa está prevista desde hace unos años en la cartera de proyectos de IIRSA/COSIPLAN. Recientemente, China mostró su interés en financiar este proyecto y, en noviembre de 2014, un grupo de trabajo trilateral fue establecido con Brasil y Perú para estudiar su viabilidad.

Si por un lado la integración económica y la infraestructura tienen un gran apoyo de los gobiernos de Perú y Brasil, por otro, la cooperación bilateral para proteger los territorios de los pueblos indígenas aislados no es vista con el mismo interés ni prioridad. El 24 de marzo de 2014, la Funai y el Ministerio de Cultura de Perú firmaron un Memorándum de Entendimiento para la Cooperación Inteinstitucional para la Protección y Promoción de los Derechos de los Pueblos Indígenas Aislados y Recién-contactados, pero se ha avanzado poco respecto de llevar a cabo acciones conjuntas y establecer mecanismos permanentes de intercambio de información y vigilancia territorial.

“Quien esté pensando en la conservación, la protección de los pueblos indígenas es una minoría. Esto aparece muy débilmente en las agendas gubernamentales, e incluso así, no hay nada en práctica”, dice Malu Ochoa.

El contrapunto son las iniciativas de las organizaciones indígenas con el apoyo de organizaciones de la sociedad civil. “Hay una propuesta de las organizaciones indígenas en el Perú de un Corredor Territorial para los Pueblos Indígenas Aislados y de Reciente Contacto Pano, Aruak y otros. La plataforma para la protección de los pueblos indígenas aislados propone ese corredor territorial binacional. La propuesta es un área que abarca Acre y los tres estados de Perú, Madre de Dios, Ucayali y Cuzco”, comenta María Emília.

Esta y otras iniciativas articuladas entre las organizaciones indígenas e indigenistas en los últimos años han contribuido a pautar las políticas públicas en materia de protección y promoción de los derechos de los pueblos indígenas en la región de la frontera entre Brasil y Perú.